lunes, 24 de noviembre de 2008

Noria Silva, un taxista de fe

Noria Silva tiene 38 años y es brasileño. Proviene de una familia de camioneros, y desde que egresó del colegio dedicó su vida a ser camionero. Llegó en abril del año pasado a Chile por recomendación de sus suegros, puesto que la vida en Brasil se tornaba muy difícil y que la inflación allá hacía muy costosa la vida (así lo avala la inflación de Brasil: Enero-Octubre 2008, 5,23 %. Ultimos 12 meses, 6,41 %. Enero-Diciembre 2007, 4,46 %. Fuente: Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal) .
Vive con su esposa chilena, su hija de 14 años, su hijastro de 21, y con su sobrino de 19.
Al llegar a Chile, Noria no pudo conseguir la licencia para conducir buses y camiones por no tener los papeles suficientes, pero "gracias a Dios" (como él mismo nos dice) pudo obtener la licencia A2 para taxis y colectivos.
Al preguntarle por la remuneración de este trabajo, Noria contesta que es buena, aunque gran parte de su sueldo se va en pagar por el arriendo del taxi, que le cuesta 50 mil pesos semanales; 12 mil pesos semanales, por el derecho a estacionar en la zona receptora de clientes y 10 mil pesos diarios en combustible. En total hace una suma de 548 mil pesos mensuales de los cuales se tendrían que descontar de su sueldo. Sin embargo, para Noria queda una suma de 800 mil para su bolsillo. Noria ha sido evangélico toda su vida y siempre ha sido un creyente ferviente de Dios. De niño tuvo un sueño que en el cual se veía a sí mismo en un podio hablándole a mucha gente vestida de blanco que estaba en un templo. Desde ahí que Noria siempre ha querido ser un trabajador de Dios.
Si bien, Noria, siempre fue evangélico, no fue hace más de dos años que descubrió a Cristo, según él mismo nos cuenta. La pasión de la fe de los evangélicos chilenos, le hizo dar cuenta de que aquí se vivía a Cristo con todo el corazón. Noria dice que ni en toda su vida en Brasil había visto tanta fe y hermandad en la Iglesia, que como en la chilena. Cuenta la anécdota de un viaje al sur que tenían que hacer, pero que sin embargo, no tenían los recursos. Vino un hermano y donó dos buses, otros donaron el dinero de la bencina y otros donaron el dinero para el peaje.
Cuando llegó a Chile, Noria, su esposa y su hija Marta, vivieron en la casa de los suegros. Luego se fueron a vivir al departamento de su colega y presidente de ese entonces del paradero, Hugo Villaseca. A los tres meses su hijastro Cristian vino a Chile, por lo que tuvieron que mudarse otra vez, pero esta vez a la casa de su cuñado en la comuna de La Florida.

El cuadro de fondo es una pintura de la suegra de Noria que hizo de Brasil. En un mes más, Noria y su familia regresarán a Brasil. Nos cuenta que fue un llamado del Señor lo que les ordenó a predicar la Palabra de Dios, tal como lo hace la Iglesia Evangélica en nuestro país. Noria dice que trabajará como camionero en Brasil, pero cumplirá el sueño de toda su vida: El dedicar su trabajo al Señor.Esta foto es de hace quince años cuando Noria era camionero. Transportaba frutas y legumbres al el mercado de Sacolão en São Paulo, Brasil. Cuenta que extraña ser camionero, puesto a que le gusta trabajar con vehículos más grandes que un taxi. "Manejar camiones sí que es un trabajo de hombre". Noria repercute en el mal conducir de los chilenos y la mala ley de tránsito. "La señalización en Chile es pésima, comparada con la de São Paulo. Acá de repente te encuentras con señales mal ubicadas y paraderos en donde no pasa la micro".
También nos cuenta de la diferencia entre manejar un camión y manejar un taxi. Manejar un camión constaba de un viaje a toda velocidad por horas, él se sentía más imponente en la carretera, mientras que con el taxi aprendió a conocer los tacos que tanto odia.
Sin embargo, ha conocido el lado bueno de ser taxista, que es hacer muchos amigos en el trabajo. Noria cuenta una anécdota que le sucedió con María Paz, una mujer bien parecida (como según él mismo relata) que conocía Brasil y que le llamó la atención el acento del taxista. Lo invitó un café el cual Noria rechazó. Luego de haber entablado una relación, Noria le habló de Cristo y ahora María Paz y su marido son evangélicos.
Noria, como gran parte de la población brasileña, es un amante del fútbol e hincha ferviente del recién ascendido a la primera división Corinthians, equipo paulista rival de São Paulo, que según él mismo nos cuenta, se fue a segunda división por las mafias que controlan el club. La única forma que tiene Noria y su familia (también fervientes hinchas del Corinthians) de ver los partidos, es pirateando la señal por internet.

Con su hija Marta de 14 años y el taxi Chevrolet Octra en el cual trabaja.

1 comentario:

Alfredo Sepúlveda dijo...

Bien reporteada y bien explicada, pero demasiado privada, no contextualizan qué significa él en el concierto de los inmigrantes, o al menos no lo explicitan. Ojo con los números. Seg´´un lo uque sale aquí, el señor tiene un ingreso de un millón 300 mil pesos aprox (lo que le queda para el bolsillo más lo que gasta en el taxi). Me suena poco plausible.