martes, 25 de noviembre de 2008

Utilidad pública


Favio Lavalle tiene 63 años, y es uno de seis hermanos, llegó solo desde Perú en 1969 y se casó en 1972 con la ciudadana chilena Marisol Hernández. Tiene dos hijos, la mayor Fabiola Lavalle de 34 años y el menor Juan Lavalle de 27 años. Ambos son profesionales.

Don Favio llegó a Chile con intenciones de viajar a Argentina a estudiar ingeniería, estaba de paso, pero conoció grandes amigos. Venía solamente por dos meses y se quedó tres. Se fue a Argentina, estuvo allá seis meses, pero le quedó gustando Chile, así que volvió y conoció a su esposa. Debió hacerse a pulso, trabajar vendiendo y comprando metales, hasta que encontró trabajo en una Indumotora en la que trabajó 15 años, ahí logró tener la tranquilidad para dedicarse a la pasión de su vida, el fútbol.

En Perú había estudiado para ser entrenador de fútbol, su ligazón con el deporte se remonta a su época de jugador, época que vio su fin cuando se lesionó gravemente la columna. Trabajó en clubes como Barrabases Chile, Universidad Católica y Santiago Morning, por mencionar los más conocidos. El trabajo en el fútbol rentado no es algo que le llene, según sus propias palabras. Dice que es en el barrio donde está la real labor que debe realizar el deporte, con la gente que corre riesgos de carácter social. Nos contó que una vez dirigió la selección de fútbol de la población La Bandera, ubicada en la comuna de La Pintana. Nada lo impactó más que ver pequeños con innegables habilidades con el balón, pero con adicciones que eran difícilmente recuperables. Don Favio acaba de inaugurar una escuela en la comuna de La Granja, donde recibe a niños de hasta 16 años y cobra desde $3000 hasta $6000 mensuales por niño, valor menor al promedio de las escuelas del sector.

De su vida en Chile dice que lo que menos le ha gustado es el cambio que tuvo la sociedad chilena luego del golpe de estado. El golpe al estado chileno también golpeó al señor Lavalle, el clima se volvió hostil, muchas veces debió correr, arrancar, vivió en el sur y cargó con el mote de cubano por su color de piel, lo que en aquella época parecía ser un pecado mortal. Con todo lo que le pasó, parece no guardar resentimiento, pues dice que “son accidentes de la política”.

No extraña nada de Perú, dice que una vez que decidió quedarse en Chile pensó en que si estaba en este país pensando en el suyo no iba a surgir. Hace 15 años fue a Perú, al funeral de su madre, la que fue su primera y única visita.

Don Favio nos contó que cuando él cambió de país no llegaban a Chile peruanos como ahora, pero aún así su adaptación no fue traumática. Hoy se debate entre su hogar y su pasión, que luego de escribir esta historia, creemos que no es el fútbol, sino el trabajo con los niños.

1 comentario:

Alfredo Sepúlveda dijo...

De nuevo, me aprece que tienen correctamente registrada la biografía de este señor, pero pierden el contexto: ¿qué representa? Hay algo claro: este es un tip de inmigración muy antigua, que se quedó y que vive aquí como un chileno más. Eso había que explicitarlo. No entiendo los comentarios tipo "¿quién como él, no?". Yo quiero saber lo que él piensa, no lo que ustedes piensan de lo que él piensa. Los comentarios sarcastiquillos mejor se los ahorran.